COMENTARIOS REALES
UN CATALÁN TAURINO Y ENAMORADO
Fernando Iwasaki
abcdesevilla.com
Me he divertido tanto escuchando los argumentos de taurinos y antitaurinos en el parlamento de Cataluña, que me haría ilusión aportar un granito de arena en la discusión, más que nada para revelar algunas contribuciones de Cataluña a la Fiesta Brava.
Doy por descontado que a ningún nacionalista antitaurino le interesaría reparar en los maravillosos textos que varios escritores catalanes como Joseph Maria de Sagarra, Sebastiá Gasch o Joaquim Muntaner le han dedicado a los toros, por no hablar de los cuadros que Dalí, Miró, Pedro Pruna, Mariano Fortuny, Ramón Casas i Carbó, Vicens Cots o Santiago Rusiñol i Prats dedicaron a la tauromaquia. ¿Donaría el Museu Picasso de Barcelona sus cuadros de tema taurino al Museo Picasso de Málaga, para no tener que exhibirlos tras una eventual prohibición? Sospecho que no.
En realidad, el personaje del que quiero hablar jugó un papel relevante en la difusión mundial de la Fiesta Brava, pues fue quien construyó la plaza más antigua de América y quien inauguró las ferias en el Nuevo Mundo según las reglas de la Tauromaquia en plena ilustración. Me refiero a don Manuel d’Amat i Junyent (Vacarisses, 1704 – Barcelona, 1782), trigésimo primer Virrey del Perú.
Amat fue nombrado Virrey del Perú tras haber sido Capitán General de Chile, donde no destacó de manera especial, entre otras cosas porque le tocó reconstruir la ciudad de Concepción, devastada por el terremoto de 1751. A Lima hizo su ingreso en 1761 y su gestión fue próspera, pacífica y particularmente fructífera en obras públicas y mejoras urbanas, hasta que regresó a España en 1776. De hecho, el gran paseo de la ciudad de Lima -«del puente a la alameda», como reza la canción de Chabuca Granda- fue obra de Amat i Junyent, aunque en el Perú lo recordamos por su amor a los toros y sus corridas con la «Perricholi», y viceversa.
En el Legajo Lima 968 del Archivo de Indias, los estudiosos y aficionados podrán consultar todos los expedientes relativos a la construcción de la Plaza de Toros de Acho, construida por el Virrey Amat i Junyent para financiar un Hospicio de Pobres con los dineros recaudados. Curiosamente, el primer empresario del coso limeño fue un aristócrata y contratista vasco –Agustín de Landaburu-, de donde colegimos que vascos y catalanes siempre han estado de lo más vinculados a las fiestas y tradiciones españolas.
Sin embargo, la historia quedaría incompleta si no revelamos que el sexagenario virrey se enamoró hasta los tuétanos de Micaela Villegas, una cómica limeña a quien llamaba meloso en catalán «mi peti xol», y cuando la actriz se ponía mirando a Gelves, «mi perra chola» en castellano de toda la vida. ¿Y cómo sabían dónde quedaba Gelves desde la remota Lima? Para esas faenas íntimas y memorables, Amat i Junyent mandó construir un coqueto mirador en la plaza de Acho, para disfrutar mejor de las corridas en compañía de su amante. Para agradar a «La Perricholi» el Virrey hizo construir la Alameda del Rímac y el Paseo de Aguas, escandalizando todavía más a la pacata sociedad limeña.
Los amores del taurino virrey catalán y «La Perricholi», han inspirado comedias de Merimée, operetas de Offenbach, novelas de Thorton Wilder, películas como El puente de San Luis Rey con Robert de Niro y Geraldine Chaplin y -¡quién sabe!- más de una corrida como las de Amat i Junyent, cuando gritaba «¡Mi Perricholi» desde el mirador de la limeña plaza de Acho.
http://www.fernandoiwasaki.com/
UN CATALÁN TAURINO Y ENAMORADO
Fernando Iwasaki
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Me he divertido tanto escuchando los argumentos de taurinos y antitaurinos en el parlamento de Cataluña, que me haría ilusión aportar un granito de arena en la discusión, más que nada para revelar algunas contribuciones de Cataluña a la Fiesta Brava.
Doy por descontado que a ningún nacionalista antitaurino le interesaría reparar en los maravillosos textos que varios escritores catalanes como Joseph Maria de Sagarra, Sebastiá Gasch o Joaquim Muntaner le han dedicado a los toros, por no hablar de los cuadros que Dalí, Miró, Pedro Pruna, Mariano Fortuny, Ramón Casas i Carbó, Vicens Cots o Santiago Rusiñol i Prats dedicaron a la tauromaquia. ¿Donaría el Museu Picasso de Barcelona sus cuadros de tema taurino al Museo Picasso de Málaga, para no tener que exhibirlos tras una eventual prohibición? Sospecho que no.
En realidad, el personaje del que quiero hablar jugó un papel relevante en la difusión mundial de la Fiesta Brava, pues fue quien construyó la plaza más antigua de América y quien inauguró las ferias en el Nuevo Mundo según las reglas de la Tauromaquia en plena ilustración. Me refiero a don Manuel d’Amat i Junyent (Vacarisses, 1704 – Barcelona, 1782), trigésimo primer Virrey del Perú.
Amat fue nombrado Virrey del Perú tras haber sido Capitán General de Chile, donde no destacó de manera especial, entre otras cosas porque le tocó reconstruir la ciudad de Concepción, devastada por el terremoto de 1751. A Lima hizo su ingreso en 1761 y su gestión fue próspera, pacífica y particularmente fructífera en obras públicas y mejoras urbanas, hasta que regresó a España en 1776. De hecho, el gran paseo de la ciudad de Lima -«del puente a la alameda», como reza la canción de Chabuca Granda- fue obra de Amat i Junyent, aunque en el Perú lo recordamos por su amor a los toros y sus corridas con la «Perricholi», y viceversa.
En el Legajo Lima 968 del Archivo de Indias, los estudiosos y aficionados podrán consultar todos los expedientes relativos a la construcción de la Plaza de Toros de Acho, construida por el Virrey Amat i Junyent para financiar un Hospicio de Pobres con los dineros recaudados. Curiosamente, el primer empresario del coso limeño fue un aristócrata y contratista vasco –Agustín de Landaburu-, de donde colegimos que vascos y catalanes siempre han estado de lo más vinculados a las fiestas y tradiciones españolas.
Sin embargo, la historia quedaría incompleta si no revelamos que el sexagenario virrey se enamoró hasta los tuétanos de Micaela Villegas, una cómica limeña a quien llamaba meloso en catalán «mi peti xol», y cuando la actriz se ponía mirando a Gelves, «mi perra chola» en castellano de toda la vida. ¿Y cómo sabían dónde quedaba Gelves desde la remota Lima? Para esas faenas íntimas y memorables, Amat i Junyent mandó construir un coqueto mirador en la plaza de Acho, para disfrutar mejor de las corridas en compañía de su amante. Para agradar a «La Perricholi» el Virrey hizo construir la Alameda del Rímac y el Paseo de Aguas, escandalizando todavía más a la pacata sociedad limeña.
Los amores del taurino virrey catalán y «La Perricholi», han inspirado comedias de Merimée, operetas de Offenbach, novelas de Thorton Wilder, películas como El puente de San Luis Rey con Robert de Niro y Geraldine Chaplin y -¡quién sabe!- más de una corrida como las de Amat i Junyent, cuando gritaba «¡Mi Perricholi» desde el mirador de la limeña plaza de Acho.
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